Foto: Reforma-Archivo |
Lila Downs llevó sus Pecados y Milagros a Cuba
"Para Cuba y la virgen de
la Caridad del Cobre hago este concierto", dijo Lila, e incluso los
orichas de la religión yoruba recibieron un tributo de sus manos, un poco de
mezcal derramado en el suelo como es tradición en esta isla
La Habana, 12 noviembre 2013.- Tiene una voz grave y profunda que
seduce, pero la fuerza de Lila Downs va más allá del canto y el público
habanero ya lo sabe: su música sana a la manera de las curanderas mexicanas.
Parece imposible para esta
mujer quedarse quieta cuando pisa un escenario, apenas si estuvo tranquila un
minuto sobre la capitalina Sala Covarrubias del Teatro Nacional, donde ofreció
la víspera un concierto único.
Lila cantó a las penas del
alma, a los dolores de los pueblos más humildes, pues venía a promocionar el
disco Pecados y Milagros y terminó alzando su voz por el inocente y su realidad
cotidiana.
Con esa misma destreza vocal
entonó el lamento de las rancheras, hijas de la más pura tradición musical de
su país y tan cercanas sentimentalmente al bolero de Cuba.
El despecho amoroso de Quizás,
quizás, quizás y la tristeza de Cucurrucucú paloma hicieron recordar aquella
época de oro del cine mexicano cuando Pedro Infante y la bella María Félix
acaparaban las taquillas.
También cantó y bailó el son
jarocho, de raíz indígena, africana y española, mientras en un frenesí de
taconeos y giros desplegaba el rebozo colorido en el aire.
Aunque no tiene los rasgos de
los pueblos autóctonos de su natal Oaxaca, siempre lleva la ropa típica de esa
región como defensa de su origen mestizo.
Con un registro vocal que a
veces recuerda sus inicios en el canto clásico, Lila entonó Mezcalito, La
llorona y Zapata se queda, composiciones suyas casi desconocidas en Cuba.
Dedicó Cruz de olvido a
Chavela Vargas, otra leyenda del escenario, y también recordó a los cantautores
cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, a quienes consideró "una
bendición que esta tierra ha dado al mundo".
"Para Cuba y la virgen de
la Caridad del Cobre hago este concierto", dijo Lila, e incluso los
orichas de la religión yoruba recibieron un tributo de sus manos, un poco de
mezcal derramado en el suelo como es tradición en esta isla.
El sabroso mole, la suave
tortilla de maíz -casi tan sagrada para los mexicanos como la hostia-, mueven
la inspiración de esta compositora, ganadora de un Grammy en la edición de
2013.
Cuando el público creía que
todo había acabado y ya casi llegaban a las puertas de salida, los hizo
regresar a sus asientos, pero no para sentarse, sino para bailar.
Lila, como dice en su canción
La llorona, tiene la esencia del chile verde, picante pero sabroso, y queda
impregnado, imposible de olvidar en mucho tiempo. prensa-latina.cu
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